viernes, 2 de marzo de 2018

Una lágrima dice más que mil palabras.

La enfermedad de Parkinson (EP) es un trastorno neurológico crónico, neurodegenerativo e invalidante caracterizada por bradicinesia (movimiento lento), rigidez (aumento del tono muscular) y temblor que carece de cura. Y por si fuera poco, las terapias y tratamientos actuales sólo logran ralentizar, pero no detener, su progresión. Además, dichas intervenciones pierden eficacia a medida de la evolución de la enfermedad, por lo que un diagnóstico precoz cobra un valor fundamental. Y es que la falta de biomarcadores específicos hace que el parkinson solo pueda ser detectado cuando el paciente ya presenta unos síntomas motores evidentes. O así ha sido hasta ahora. Y es que investigadores de la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California en Los Ángeles (EE.UU.) parecen haber hallado la forma de detectar el párkinson muchos años antes de que el paciente manifieste los síntomas. Y para ello solo hay que mirar en una lágrima.



Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los niveles de cuatro proteínas en las lágrimas tomadas de 55 personas diagnosticadas de parkinson y los compararon con los observados en las lágrimas de otros 27 participantes que, de la misma edad y sexo, no padecían la enfermedad.
Como indica Mark Lew, «Nos centramos en las lágrimas porque contienen varias proteínas producidas por las células secretoras de la glándula lacrimal. Y para secretar estas proteínas en las lágrimas, se requiere que la glándula sea estimulada por los nervios. Así, y dado que el parkinson puede alterar la función de los nervios que se encuentran fuera del cerebro, creemos que cualquier cambio en esta función de los nervios debe reflejarse en los niveles de proteínas en las lágrimas».
"Las lágrimas podrían constituir un marcador biológico de confianza, barato y no invasivo de la enfermedad de Parkinson"
Los resultados mostraron diferencias en los niveles de una proteína específica, la alfa-sinucleína, entre los participantes en función de que tuvieran o no la enfermedad. Y asimismo, que los niveles de alfa-sinucleína oligomérica, esto es, de los agregados de la proteína que provocan daños en las neuronas cerebrales y que constituyen una de las peculiaridades distintivas del parkinson, también variaron notablemente según los participantes padecieran o no la enfermedad.
Como apunta Mark Lew, «El saber que algo tan simple como una lágrima podría ayudar a los neurólogos a diferencias entre las personas que tienen enfermedad de Parkinson y las que no de una forma no invasiva es realmente emocionante. Además, y dado que el proceso de la enfermedad se inicia años o décadas antes de la aparición de los síntomas, un marcador biológico como el descrito en nuestro trabajo podría resultar útil para un diagnóstico y tratamiento mucho más temprano de la enfermedad».
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Una lágrima dice más que mil palabras.

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